febrero 23, 2009

Zapatero

Llega Teodomiro Agúndez con el zapatero, y le explica la situación.
―Disculpe, ¿se acordará usted de mí?
―No ―responde el zapatero―, ¿debería?
―Bueno, mire... Lo que sucede es que hace veinte años dejé aquí unos zapatos para que los reparara, y se me pasó el tiempo y no pude recogerlos. Mire, aquí tengo la factura... pagué un adelanto por el trabajo.
El zapatero revisa la factura y entra a su almacén. Al cabo de unos minutos, regresa con una caja de zapatos.
―A ver caballero, los zapatos de los que usted habla, ¿son unas botas cafés, del número siete, a las cuales había que arreglarles las suelas?
―¡Sí, sí! ¡Ésas exactamente!
―Bien... Pase por ellas el jueves.

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