El médico se arrepiente:
―Por Dios... ¿qué hice? Hice el amor con mi paciente... ¡Qué cosa tan baja, tan detestable! ¿Dónde quedó mi ética profesional? ¿Mi seriedad? ¿La honra de mi trabajo? Oh, por Dios... Pero, después de todo... ¿quién no lo hace?...
Así cavilaba cuando en su hombro izquierdo aparece un diablito, quien le dice:
―Tú no te preocupes, hombre. Es algo que todos los médicos hacen. Además, te proporcionó placer, ¿no? Y a tu paciente igual. ¿Qué más da? Es más, en cuanto tengas otra oportunidad, hazlo otra vez.
Y en su hombro derecho aparece un angelito, que le dice:
―Recuerda que eres veterinario...
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