El matrimonio de la alta sociedad se encuentra en la sala de su residencia. La mujer, de unos cuarenta años de edad pero con una figura envidiable, está recostada en el sofá, fumando; el marido, con su camisa Lacoste con dos botones abiertos, está en la mesa de centro, revisando las cuentas del mes, bebiendo coñac. Le dice de pronto a su mujer.
―Querida, pues la crisis ha empezado a afectarnos. Nos podríamos ahorrar lo del chef si aprendieras a cocinar.
La mujer, sin inmutarse, suelta una bocanada de humo y le contesta a su marido, con toda displicencia:
―Sí. Es verdad. Y nos podríamos ahorrar lo del chofer y lo del mayordomo si tú aprendieras a hacer el amor.
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