Se sube una señora al avión y es conducida por la aeromoza hasta su asiento. La azafata la deja y la señora, al sentarse, se percata de que el hombre que está a su lado lee una revista pornográfica, pero de ésas pasadas, para cuya lectura hay que tener estómago... a las chaves se les ven hasta las tripas... Ofendida, la señora lo impreca:
―¡Pero señor! ¡Cómo es posible que usted, en pleno día, en un vuelo en el que hay niños, esté viendo esas porquerías! Qué barbaridad... ¡Azafata! ¡Azafata!
Llega en eso la azafata:
―Diga usted, señora.
―Quisiera que me cambien de lugar ¡inmediatamente! No quiero estar al lado de este pervertido...
―En seguida buscaremos otro sitio para usted.
Y se va la azafata.
―Qué vergüenza... ―termina la mujer su perorata.
El hombre reacciona, cierra su revista y la guarda.
―Oh, señora, le ruego me disculpe. No me di cuenta de su presencia... Es que estaba yo abstraído en la lectura.
―¿Qué? ¿Pero qué dice usted? ¿Acaso a esas porquerías infamantes les llama usted lectura?
―Por supuesto, señora. Verá... Ocurre que yo soy sexólogo.
―¿Sexólogo? ―pregunta la mujer sintiendo que el hombre se burla de ella― ¿Pero acaso existe una profesión semejante?
―Por supuesto, señora, permítame decirle. Y es, dentro de la medicina, una de los campos más interesantes y respetados, la sexología. Claro que sí.
―Bueno... y me quiere usted decir, ¿qué estudia la sexología?
―Sí... claro... estudia muchas cosas. Estudiamos, por ejemplo, las enfermedades de transmisión sexual, los métodos para prevenirlas y tratarlas, las relaciones de pareja, las zonas erógenas del cuerpo, el comportamiento humano a partir de su instinto sexual... en fin... muchas cosas.
En ese momento regresa la azafata:
―Señora, ya tenemos otro lugar que puede usted ocupar.
―No... gracias... ya no es necesario... todo fue un malentendido. Muchas gracias ―y se retira la aeromoza.
―Por ejemplo ―continúa el hombre―, ¿se ha preguntado usted qué raza es la que tiene el pene más largo?
Llena de curiosidad, la mujer pregunta:
―No... no... nunca me lo había planteado de esa manera.
―Ah. Pues son los árabes.
―¿Los árabes? Oh, pero qué interesante.
―Y se ha preguntado usted, por ejemplo, ¿cuál es la raza que tiene el pene más ancho?
―No... no... nunca me lo había preguntado. Es muy interesante... Y, ¿cuál sería esa raza?
―Ah. Pues son los suecos.
―Los suecos... Oh, pues me ha dejado usted pasmada, señor...
―Doctor... doctor, por favor.
―Oh, disculpe, doctor... doctor...―Doctor Mohammed Johansen... para lo que se le ofrezca.
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