febrero 04, 2009

Brócoli

Llega el conejo a la tienda de abarrotes:
─Buenas tardes, señor. Disculpe, señor, ¿tiene brócoli?
─¿Brócoli? No, conejo; no tengo brócoli.
─Ah, bueno. Gracias, señor. Disculpe, señor. Buenas tardes, señor.
A los quince minutos vuelve el conejo:
─Buenas tardes, señor. Disculpe, señor, ¿tiene brócoli?
─Que no, conejo. No tengo brócoli. Ya se me acabó.
─Ah, bueno. Gracias, señor. Disculpe, señor. Buenas tardes, señor.
Pasan diez minutos y regresa el conejo:
─Buenas tardes, señor. Disculpe, señor, ¿tiene brócoli?
─¡Que no tengo brócoli! ¡Entiende! ¡Se me acabó!
─Ah, bueno. Gracias, señor. Disculpe, señor. Buenas tardes, señor.
Quince minutos después, vuelve el conejo:
─Buenas tardes, señor. Disculpe, señor, ¿tiene brócoli?
─¡Oh, pues! ¡No, no tengo brócoli! ¡Ya lo vendí todo! Ven mañana, mañana me surten.
─Ah, bueno. Gracias, señor. Disculpe, señor. Buenas tardes, señor.
A los diez minutos, regresa el conejo:
─Buenas tardes, señor. Disculpe, señor, ¿tiene brócoli?
─¡Me lleva la chingada contigo, conejo! ¡No, no tengo brócoli, ya te dije mil veces que no tengo brócoli! ¡Y si te vuelves a parar en mi tienda pidiendo brócoli, te agarro por las orejas, te clavo en la pared y te dejo como Santo Cristo!
─Ah, bueno. Gracias, señor. Disculpe, señor. Buenas tardes, señor.
Pasan veinte minutos y regresa el conejo a la tienda. Se asoma, y entra con cautela. Entonces le pregunta al encargado:
─Buenas tardes, señor. Disculpe, señor, ¿tiene clavos?
─¿Clavos? No, no tengo clavos.
─Ah. ¿Y brócoli?

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