febrero 04, 2009

Pulgar

Teodomiro Agúndez llega a un restaurante, se sienta en una mesa, y espera a que el mesero lo atienda. Éste llega presuroso.
─A sus órdenes.
─Bueno, mire, para empezar me gustaría una crema de calabaza.
─En seguida, caballero.
Luego de unos minutos, el mesero llega a la mesa de Agúndez, tomando el plato de tal forma que su pulgar está sumergido en la sopa. El hecho incomoda a Agúndez, quien, tolerante como es, lo pasa por alto. Cuando termina su sopa, el mesero regresa.
─¿Desea usted algo más?
─Sí. Quisiera un T-Bone término medio, por favor.
─En seguida, caballero.
Luego de unos minutos, el mesero regresa, tomando el plato de modo tal que su pulgar queda debajo del T-Bone. Agúndez se enfurece, pero no dice nada. Cuando hubo terminado su carne, vuelve el mesero.
─¿Desea usted algo más?
─Sí. Quisiera un café, por favor.
─En seguida, caballero.
Al cabo de unos minutos, vuelve el mesero, con el pulgar dentro del café. Teodomiro Agúndez ya no tiene paciencia, y se dirige así al mesero.
─Disculpe... me quiere usted decir, ¿por qué diablos mete usted su pulgar en mi comida?
─Verá usted, caballero ─responde el mesero─, sucede que tuve un accidente y me lesioné el pulgar, y el médico me recomendó que lo mantuviera siempre en un lugar caliente.
─Ah, muy bien. ¿Y por qué no va usted y se lo mete en el culo?
─Sí, caballero... Ahí lo tengo entre servicio y servicio.

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