enero 30, 2009

Matrimonio

Le hace una observación la mujer a su marido:
─Viejo, te pusiste los calzones al revés.
─¿Cómo, con las nalgas pa'l frente?
─No. Con la caca pa'juera.

Evil

¿Cuál es el chiste más malo de todos?
El que le pega a los chistes pequeños.

¡Bu!

¿Qué es negro por fuera, verde por dentro y atraviesa paredes?
El aguacate fantasma.

Donas

¿Qué le dijo una dona glaseada a una dona normal?
"¡Desglaseada!"

El pastor

Va el pastor con su rebaño rebosante de salud; nada entre miles de obejas lanudas, blancas, berreando alegremente, afelpadas, conduce su rebaño, el sol en pleno cenit ilumina los prados, verdes y pululantes de yerba para que puedan pastar las miles y miles de ovejas, que el pastor contempla a una distancia prudente, orgulloso de su rebaño. Pero en eso, canta el gallo y el pobre tipo despierta a las 4:30 a.m. en su pobre jacal, que no es más que tres tejas a medio caerse; voltea al suelo, donde está su jícara rota, y toma con la mano una cucharada de agua mezclada con tierra, con la cual se enjuga la boca y se ayuda a despertar. Se levanta por su rebaño... ¿cuál rebaño? Dos pobres ovejas flacas, ñangas, macilentas y enfermizas, con dos hilos colgándoles, que se supone era la lana. Sale el pastor con ellas para que coman en el campo... un terreno seco, sombrío, el día nublado, el paisaje desértico, yermo, haz de cuenta Luvina; al fondo, un cerro de rocas de donde brotan dos yerbas secas, por las cuales se pelean las pobres ovejas hambrientas. En la cima de ese cerro se sienta el pastor, y comienza a implorar a los cielos:
─¡¿Dónde están mis miles de ovejas blancas?! ¡¿Dónde está mi rebaño rebosante?! ¡¿Dónde quedaron los verdes prados?! ¡¿Dónde están mis tiernos y alegres animales?!
Y el eco... se encogió de hombros.

Gustos

Era el examen oral de química de la preparatoria. El profesor ve fijamente a Teodomiro Agúndez y le pide que se levante.
―A ver, Agúndez. Póngase de pie.
Temblando, el muchacho obedece.
―Díganos ―continúa el docente―, ¿qué puede decirnos acerca del amoniaco?
―Bien... sí... pues... el amoniaco es... una sustancia. Sí, es una sustancia...
―¿Qué más?
―Una sustancia... líquida... dúctil...
―Muy bien... ¿qué más?
―Eh... de un color blanco amarillento...
―Continúe, continúe...
―Y... eh... agradable al olfato.
―¿Agradable al olfato? ¿Está usted seguro?
Llena la frente de sudor, el muchacho responde:
―Completamente, profesor.
―Ah, bien. Godínez, tráigale por favor al compañero Agúndez el frasco de amoniaco.
Godínez obedece y pone el frasco en las manos de Agúndez.
―Por favor, Agúndez ―solicita el profesor―, háganos el favor de aspirar una bocanada de amoniaco.
Agúndez obedece, y palidece al instante, se marea, los ojos se le ponen en blanco y es necesario que dos compañeros lo sostengan para que pueda mantenerse de pie. Con la náusea a tope, Agúndez se recompone. El profesor lo interroga.
―Entonces, ¿es el amoniaco agradable al olfato?
El persistente muchacho le responde, con un hilo de voz:
―Pues a mí me gusta...

Delantera

Conversan dos judíos:
―¿Has tomado un baño?
―¡¿Cómo?! ¿Me ha faltado alguno?

Atentado

Las almas hacen fila para entrevistarse con San Pedro, y entre ellas va la de Barack Obama. Le toca su turno, y San Pedro le pregunta.
―¿Cuál es su nombre?
―Barack Hussein Obama.
―Y, ¿qué hizo usted en la tierra para merecer entrar al Reino de los Cielos?
―Ah, pues yo fui el primer presidente negro de Estados Unidos.
―Muy bien. Déjeme confirmar.
Va entonces San Pedro a consultar las enciclopedias y los libros de historia, y no encuentra ninguna referencia al hecho. Entonces cree que aquél sujeto le quiere tomar el pelo. Regresa con su entrevistado, y le dice:
―Su nombre es, entonces, Barack Hussein Obama.
―Así es.
―Ajá. Y dice usted haber sido el primer presidente negro de Estados Unidos.
―Así es.
―Bien. ¿Y me quiere usted decir cuándo fue eso?
―Hace media hora.

Fiaca

Dos compadres veracruzanos están tendidos en la playa, uno bocarriba y otro bocabajo. En eso, pasa una avioneta. El que está bocarriba le dice al que está bocabajo:
―Mire, compadre. Una avioneta sobrevuela la playa.
Y el que está bocabajo replica:
―Dichoso tú que la puedes ver...

Argentinos

Discuten Ástor Piazzolla y Jorge Luis Borges:
―Yo soy el hijo de Dios.
―No, pibe, si yo soy el hijo de Dios.
―¿Vos? ¡Qué bah, che! Si es bien sabido que el hijo de Dios soy yo.
―Para nada... yo soy el hijo de Dios.
―Mirá, Jorge, ¿te parece si resolvemos este dilema? Le preguntamos al primero que pase quién de nosotros dos es el hijo de Dios, y problema resuelto. ¿Te parece?
―Mirá que has tenido una buena idea, Ástor.
En eso, enfrente de los dos pasa Julio Cortázar.
―¡Che Julio! Vení un momento y sacanos de una duda de una vez por todas. ¿Quién de nosotros dos es el hijo de dios?
Julio Cortázar responde:
―Che, no me metás en líos. Yo no tengo hijos.

Ego

¿Cuántas divas se necesitan para cambiar un foco?
Una, para que sostenga el foco y espere a que el mundo gire a su alrededor.

Psicología

¿Cuántos psicólogos se necesitan para cambiar un foco?
Ninguno. El foco tiene que cambiar por sí mismo.

Rinoplastía

La Caperucita judía visita a su abuela.
―Oye, abuelita, ¿por qué tienes esas manos tan grandes?
―Para abrazarte mejor.
―Ah. Oye, abuelita, ¿y por qué tienes esos ojos tan grandes?
―Para verte mejor.
―Ah. Oye, abuelita, ¿y por qué tienes esas orejas tan grandes?
―Para oírte mejor.
―Ah. Oye, abuela, ¿y por qué tienes esa nariz tan grande?
―¿Qué? ¿No te has visto en un espejo, pendeja?

Confusión

Teodomiro Agúndez, que aún no volvía de su asombro, le cuenta a su amigo.
―Oye, ¿qué crees que acabo de ver en la calle?
―¿Qué viste que vienes tan maravillado?
―Vi a un tipo... no me lo vas a creer... como de diez centímetros de estatura.
―¡¿Diez centímetros?!
―Sí, sí... diez centímetros. Con un traje maravilloso de plumas, que le quedaba perfectamente. Tenía además una especie de cucurucho en la boca, no sé para qué, y caminaba dando saltitos. Y en una de ésas, de repente da un salto insólito, y va a dar a la rama de un árbol.
―Oye... ¿y no habrá sido más bien un pájaro lo que viste?
―Ah, pues a lo mejor sí, ¿verdad?

Aprovechando

¿Por qué los judíos tienen la nariz tan grande?
Porque el aire es gratis.

Surrealismo

Italia, 1945. Terminada la segunda guerra mundial, el tema del racismo era delicado.
Un tren viajaba de Milán a Turín, cuando a mitad del camino se descompone. El conductor hace el siguiente anuncio a los pasajeros:
―Estimados pasajeros, debido a una falla mecánica imprevista, nos vemos obligados a detener la travesía. Esperamos sepan comprender la situación y les ofrecemos una disculpa por los inconvenientes que esto representa para ustedes. Trataremos de subsanar la situación a la brevedad para partir mañana a las siete de la mañana desde la estación ferrocarrilera. Mientras, les sugerimos buscar hospedaje en alguno de los pueblos que hay por esta campiña.
Raudos, los pasajeros, sin perder tiempo, abandonan la locomotora en busca de un lugar donde pasar la noche, pero uno de ellos se quedó dormido y no se enteró de la situación. Este hombre despierta cuando el cielo está oscuro y, desconcertado, busca al maquinista, quien lo pone al tanto de lo ocurrido.
―De modo, caballero, que le sugiero que se apure a buscar hospedaje, porque es posible que ya no haya.
El viajero, entonces, va de pueblo en pueblo, sin encontrar lugar disponible, hasta que en la última casa del más lejano poblado, una gentil posadera lo atiende.
―Sí, caballero, tenemos una habitación... pero es doble.
―Ah, no se preocupe: Le pago los dos lugares. Me urge un lugar para quedarme.
―Sí, pero... es que uno de los dos lugares está ocupado.
―Ah, bueno... mire, si es por mí, no tengo problema en compartir la habitación. Ahora que, si es una señorita la que le renta, comprenderé que...
―No, señor... sucede que alojo a un negro.
―Ah, no se preocupe por eso. Yo no soy racista. No tengo ningún problema.
―Pase entonces, caballero.
La posadera le enseña la habitación, pero descubren que el negro ya se ha dormido y ha apagado la luz. Para no despertarlo, hablan en silencio.
―Un favor solamente, señora.
―Lo que usted diga.
―Mire, mi tren sale mañana a las siete. ¿Sería mucha molestia si le pido que me despierte a las seis?
―No se preocupe. Cuente usted con ello. Yo me levanto a las cinco para ordeñar a las vacas.
Cuidadoso de no hacer ruido, el nuevo huésped se quita los zapatos y camina de puntillas, se desviste a oscuras y va al baño, donde se lava a oscuras también, para no despertar a su compañero de cuarto. Y se duerme.
Al día siguiente, a las seis, oye la voz de la posadera.
―Señor, señor... ya han dado las seis de la mañana.
―Ah, muchas gracias.
El viajero descubre que aún está oscuro y que el negro sigue dormido. Con el mismo cuidado y sigilo que la noche anterior, se viste y va al baño, sin prender ninguna luz. Ahí, a oscuras, se lava la cara, pero confunde el jabón en crema con el betún negro para los zapatos, y se lo unta por toda la cara. Sale del baño. El negro sigue durmiendo. A oscuras siempre, prepara su equipaje y sale en el mayor de los silencios. Al salir, se encuentra con la posadera, quien lo ve asombrada.
―¿Cuánto le debo?
―6,000 liras, caballero ―dice boquiabierta.
―Aquí tiene. Muchas gracias y buen día.
―Buen día.
En su camino del pueblo a la estación de ferrocarriles, toda la gente a su paso le fija la mirada al viajero, sin que éste le dé importancia. Llega a la estación, en donde todos, igualmente, voltean a verlo. Entonces ve su reloj y se da cuenta de que ha llegado antes de lo previsto, y decide recorrer la estación. De pronto, en uno de los andenes, ve un espejo. Lo contempla desconcertado, y exclama:
―¡Posadera pendeja! ¡Despertó al negro!

Radio

Teodomiro Agúndez quería ir a Londres, pero no sabía inglés. Entonces se puso a pensar cuál sería el método más eficaz para aprender dicho idioma.
―Harmon Hall... no, es muy caro. Inglés sin barreras... no, voy a terminar hablando como pocho. ¡Ah, ya sé! Voy a sintonizar por radio la BBC de Londres.
Orgulloso de su brillante idea, Agúndez va a la tienda de electrónicos y se compra su radio de onda corta. Sintoniza entonces la BBC de Londres, y se pasa todo el día oyendo la radio, tomando apuntes, repitiendo lo que escucha, durante una semana, dos semanas, tres semanas, un mes, dos meses, tres meses... hasta que al cabo de medio año siente que ya domina perfectamente el idioma. Entonces va a la agencia de viajes y compra su boleto a Londres.
El avión aterriza entre la neblina, y Agúndez, con una maleta en cada, mano, desciende feliz. Pero antes de visitar el Big Ben o el Támesis, antes de conocer la Torre de Londres o el Palacio de Buckingham, quiere demostrarles a los británicos que sabe hablar inglés. Entonces camina unas cuadras hasta que da con una tabaquería abierta, entra y le dice a la encargada:
―iiiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuiiiiiiiiiiooooooooooooooooooooooooouuuuuuuuuuueeeeeeergshshshshshshshshshshhhhhhshshgrrrrrrrrrrrrrrrrrrriiiiiiiiiuiiiiiiiiiiiiouuuuuuuuuuuuuuuuuu…

(Es decir, reproduce vocalmente la interferencia. Es un chiste difícil de contar por escrito.)

Educación superior

El kenyano llega a Estados Unidos para hacer su examen de ingreso a la universidad. La entrevista complació grandemente a los sinodales, del mismo modo que el examen de conocimientos generales realizado por el inmigrante. Para concluir la entrevista, la supervisora de intercambio le pregunta:
―Bueno, ¿y en qué rama le gustaría estudiar a usted?
A lo que el kenyano responde:
―¡No, señorita! ¡Yo ya no quiero nada de estudiar en ramas! ¡Yo quiero un pupitre, como los blancos!

Esperanza

Primer acto: Sale la mamá de Barack Obama con tres meses de embarazo.
Segundo acto: Sale la mamá de Barack Obama con seis meses de embarazo.
Tercer acto: Sale la mamá de Barack Obama con nueve meses de embarazo.
¿Cómo se llamó la obra?
Un negro porvenir.

Reconocimiento

Dice George Bush en su última conferencia de prensa como presidente de Estados Unidos:
―¿Qué tiene de histórico lo de Obama? Si mi gobierno fue totalmente negro...

La dolce far niente

El paceño está en la sala de su casa, mientras su mujer lava los trastes de la comida. De pronto, el hombre pega un grito estruendoso:
―¡Vieja! ¡Pásame el antídoto contra veneno de alacrán!
Alarmada, la mujer da de alaridos mientras corre apresurada a la sala.
―¡¿Qué pasó viejo?! ¿Te picó un alacrán?
―No... pero ahí viene uno... míralo.

Ahorro

Discuten un jarocho y un regiomontano. Dice el jarocho:
―Pues nosotros acá en Veracruz ahorramos todo el año, todo el año... y nos lo gastamos todo en el carnaval.
A lo que el regiomontano responde.
―Ah, pues fíjese que allá en Monterrey nosotros hacemos lo mismo. Nada más que allá no hay carnaval.

Diplomacia

¿Por qué Margaret Tatcher no usaba zapatos de charol cuando se ponía falda?
Porque se le reflejaban los huevos.

Palenque

Era su primera quincena, y Teodomiro Agúndez se ha puesto eufórico, de modo que va al banco, retira todo, y se va a una cantina; bebe cuanto puede y se pone más eufórico. Sale de la cantina tambaleándose y decide ir al palenque, a donde nunca antes había ido. Presencia así una pelea de gallos y ve que la gente apuesta, y le entran ganas de apostar en la siguiente pelea, entre el pinto y el colorado. En busca de consejero, voltea hacia todos lados hasta que su mirada cae sobre un tipo vestido como entre Tin-Tan y Pedro Navaja, con el sombrero inclinado, bigote recortado, unas cadenas colgándole del chaleco, la colilla de un cigarro en la comisura de los labios y pasándose dinero de una bolsa a otra. Se le acerca y le pregunta:
―Disculpe, caballero, ¿sabe usted de gallos?
El hombre del sombrero apenas levanta la vista, se sonríe, y dice:
―¡Que si sé de gallos! ¡Que si sé de gallos! ¡Ja! Mira, muchacho, si no fuera por tu cara de simpático y porque me caíste bien, ya te habría puesto en el suelo de un solo golpe. Que si sé de gallos... ¡Claro que sé de gallos! Si de algo sé, es de gallos. Si a los gallos los conozco desde que eran huevos. ¡Claro que sé de gallos!
―Ah, qué bien. Y entonces, en la siguiente pelea, ¿a qué gallo debo apostarle?
―Pues mira... el bueno es el pinto.
―El pinto...
―El pinto es el bueno.
―Ah, bien. Muchas gracias, señor.
―Ándale.
Teodomiro Agúndez apuesta entonces el resto de su quincena al gallo pinto. Salen a la arena los dos gallos, y apenas los sueltan el colorado se le va encima al pinto que ni mete las manos, lo agarra a picotazos, a alazos, lo araña todo... y a los treinta segundos el gallo pinto yace degollado en el terreno de combate, y su sangre se esparce sobre la arena. Enojadísimo, Agúndez le reclama a su consejero:
―¡Oiga, caballero! ¿Pues no me dijo usted que el pinto era el bueno?
―Pues sí... el pinto era el bueno... Lo que pasa es que el colorado es un desgraciado...

¡Olé!

No era tiempo de elecciones y Consulta Mitofsky no tenía nada que hacer, de modo que se les ocurre hacer una encuesta acerca de quiénes creía la gente que eran los tres personajes más importantes de la historia universal. Un encuestador de pronto se encuentra con un gallego, y lo aborda de la siguiente manera:
―Disculpe, caballero, vengo representando a la empresa Consulta Mitofsky, y me gustaría saber si nos permite hacerle una sencilla pregunta.
―¡Claro, hombre! Si yo no tengo nada que ocultar. Usted pregunte.
―Muy bien. Nos gustaría saber, en su opinión, ¿cuáles son los tres personajes más importantes en la historia de la humanidad?
―Lo tre personaje má importante en la historia de la humanidá, me pregunta usté. Ya verá. Ponga atenció a lo que le vo a decir. Lo tre personaje má importante en la historia de la humanidá, son... Y ponga bien atenció, jovenzuelo. Son: Cagancho, el Manolete y Ervitti.
―¿Cómo dice usted?
―Sí, hombre. Que lo tre personaje má importante en la historia de la humanidá, son: Cagancho, el Manolete y Ervitti.
Desconcertado, el encuestador pregunta:
―Pero, caballero, ¿Y dónde deja usted a personajes como Napoleón, como Marx, como Einstein, como Pasteur?
Pensativo, el gallego cavila:
―¿Napoleó, dice usté? ¿Marr... Aistan... Paster...? No, hombre, fíjese que no los tengo presentes. Han de haber sido picadores.

*Otra versión del chiste, según la cual el encuestado es un economista, hace que éste afirme que los tres personajes más importantes de la historia de la humanidad sean Keynes, Blanchard y Stiglitz, en tanto que hace pasar a Napoleón, Marx, Einstein y Pasteur por contadores.

Hallazgo

Teodomiro Agúndez había bebido de más y deambulaba por las calles de la ciudad de México, tambaleándose, cuando de pronto se encuentra con un cadáver. En un arranque de prudencia, decide reportar el hallazgo a la policía, y hace uso de un teléfono público.
―Bueno... hic... ¿polecía...?
―Sí, la policía. Diga usted.
―Quiero reportar, hic, que me encontré a un hombre muerto.
―¿Cuál es su ubicación, caballero?
―Ah, pues estoy en la calle... Regggviggviggvigdillilledo...
―¿Cómo dice?
―Que estoy en la calle Virgirvirgirgirdilledo...
―Caballero, está usted ebrio, le ruego que no nos importune, tenemos trabajo que hacer.
Y la policía le cuelga al bienintencionado Agúndez, quien pronto vuelve a marcar.
―¡Polecía...!
―Diga usted...
―Hablo para reportar un muerto en la calle Regirvirgirllellilledo.
―¿Cómo dice?
―Que hay un muerto en la calle Girvirgirgirllilledo...
―Ah, es usted otra vez. Le ruego nos deje trabajar.
No pasan cinco minutos cuanto Agúndez llama de nuevo.
―¡Polecía! ¡Que hay un muerto en la calle... ay Dios... Revirgirgerdirgirlledo!
―Señor, está usted pasado de copas; le ruego que no nos distraiga, pues tenemos asuntos serios de los que ocuparnos.
Pasa media hora sin que suene el teléfono de la policía, cuando Agúndez vuelve a marcar.
―¡Polecía! Quiero reportar que hay un muerto, hic, en la calle, hic, Pino Suárez.
―Ah, muy bien caballero. ¿Ya ve cómo si nos habla en sobriedad sí le entendemos?
―Pues sí, hic... pero tuve que arrastrar al muertito por diez cuadras... hic...

*Nota: La calle en la que originalmente se encontraba el cadáver no era otra que Revillagigedo.

Robin Hood

Bosque se Sherwood, Inglaterra, siglo XIV.
Un pobre hombre va de regreso a casa, con la carreta vacía. Regresa de la feria, en donde vendió toda su mercancía. Con las ganancias dará de comer a sus hijos. De pronto, escucha un alboroto en los arbustos, al que no da importancia, y continúa su camino. Pocos metros más adelante, algo se mueve de nuevo entre los arbustos, y le brinca un tipo vestido de verde, con una pluma en el sombrero, el bigote incipiente, que saca el florete y coloca la punta de éste en el cuello del pobre aldeano, a quien increpa de aquesta manera.
―¡Deteneos, bellaco! ¡Yo soy Robin Hood, el azote de los ricos, la bendición de los pobres, los desamparados me besan la mano! ¡Así que dadme todo el dinero que tenéis, si no queréis que vuestros días terminen en la espesura de aqueste bosque!
―¡Pero Robin Hood! ―implora el aldeano― Si yo soy pobre, muy pobre. El dinero de lo que vendí en la feria es para darle de comer a mis hijos, para comprarle un vestido a mi esposa, para arreglar mi casa que se cae a pedazos...
―¡Nada, nada, granuja! ¡Que me deis el dinero que lleváis!
El pobre aldeano, temeroso de perder la vida, le da a Robin Hood su bolsa de dinero.
―Sabia decisión ―dice el héroe―-. Habéis salvado la vida, malandrín.
Y en diciendo esto, Robin Hood toma su liana, dispuesto a partir, cuando escucha el llanto del aldeano:
―¡Oh Dios, ¿qué haré ahora?! Soy pobre, estoy en la miseria... no tengo un solo doblón para dar de comer a mis niños... mi esposa anda en harapos, y mi casa no se sostendrá de pie en la temporada de lluvias. ¿Qué haré? ¡Qué pobre soy!
―Pero, ¿cómo? ―reacciona Robin Hood― ¿Acaso sois pobre?
―Sí, Robin Hood. Soy muy pobre.
―Ah, pues haberlo dicho antes. Tened aquí vuestra bolsa de dinero. Y es más, tened otra bolsa de dinero.
Eufórico, el aldeano exclama:
―¡De veras, Robin Hood!
―Por supuesto. Si yo soy Robin Hood, el azote de los ricos, la bendición de los pobres, los desamparados me besan la mano.
―Oh, muchas gracias. ¡Muchas gracias! ¡Soy rico! ¡Soy rico!
―¡Ah, con que sois rico! ¡Pues yo soy Robin Hood, el azote de los ricos, la bendición de los pobres...!

(El chiste continúa indefinidamente.)

Drama

Primer acto: El buen Teodomiro Agúndez ve el bóiler desde un lado.
Segundo acto: Teodomiro Agúndez ve el mismo bóiler, pero desde otro lado.
Tercer acto: Teodomiro Agúndez ve el mismo bóiler, pero ahora desde abajo.
¿Cómo se llamó la obra?
¿Y dónde está el piloto?

Bach

¿Cuál es el colmo de Johann Sebastian Bach?
Llamar a un plomero para que le arregle una fuga.

Fronteras

Concluida la segunda guerra mundial, la Unión Soviética delimita sus nuevas fronteras. Un comando del Ejército Rojo se encarga de estable los límites con Polonia. De pronto, un oficial increpa al teniente Korolenko:
―¡Teniente Korolenko!
―Dígame, oficial.
―Pues mire, ya trazamos en el mapa la línea divisoria. El problema es que la frontera pasa exactamente por aquella casa, en donde vive una viejita. ¿Qué hacemos, teniente? ¿Partimos la casa para trazar la frontera?
―¡No sea salvaje, oficial! ―le replica indignado el teniente Korolenko― ¡Nosotros no somos ningunos inhumanos! Vaya a la casa de aquella viejita y pregúntele dónde quiere vivir, si en Polonia, o en la gran Rusia, y depende de lo que le diga, mueva la frontera tantito para un lado, o tantito para otro.
Obediente, va el oficial con la viejita y le explica la situación:
―Mire señora, ocurre que estamos trazando la nueva frontera entre Rusia y Polonia; entre la Unión Soviética y Polonia. Pero la frontera pasa exactamente por su casa. Sin embargo, el teniente Korolenko, con la magnanimidad típica del carácter ruso, me ha mandado a preguntarle a usted dónde quiere vivir, si en Rusia o si en Polonia. Y en función de ello, trazaremos la frontera a uno u otro lado de su casa.
―Ay, joven ―dice la viejita―, ¿de verdad puedo elegir?
―Por supuesto, babushka. Ésa ha sido la instrucción. Que usted decida.
―Ay, joven, pues... no se vaya a ofender, pero... me gustaría vivir en Polonia.
―¿Perdón...? ¿En Polonia ha dicho usted?
―Sí, joven... en Polonia.
Desconcertado, el oficial vuelve con el teniente Korolenko y le da cuenta de lo sucedido.
―¿En Polonia dijo?
―Así es, teniente.
―Bueno, pues entonces muevan la frontera tantito para acá.
Desconcertado, el teniente Korolenko llama al oficial.
―Oficial, una cosa más. Vaya a la casa de la viejita e infórmele que ha quedado del lado polaco. Y pregúntele, ya que se va a entrevistar con ella, por qué prefirió estar del lado de Polonia.
―Como usted diga, teniente.
Va el oficial a la casa de la viejita, y le dice:
―Señora, sus deseos han sido cumplidos. Por instrucciones del teniente Korolenko hemos trazado la frontera de modo tal que su casa quedó del lado de Polonia.
―Ay, joven, pues muchas gracias.
―Sólo... si me permite una pregunta... ¿por qué eligió usted permanecer del lado de Polonia, y no en nuestra portentosa Rusia?
―Ay, joven... pues lo que sucede es que me han dicho que los inviernos en Rusia son muy crudos.

In Memoriam Juan Camilo Mouriño

En un avión viajan Felipe Calderón, Fernando Gómez Mont, Elba Esther Gordillo, Josefina Vázquez Mota, César Nava, Andrés Manuel López Obrador, Jesús Ortega, Mario Marín, Beatriz Paredes, Agustín Carstens, Manuel Bartlett, toda la Cámara de Diputados y toda la Cámara de Senadores. De pronto, choca ese avión. ¿Quién se salva?
¡El país!

Adivinanza

¿Qué tiene ojos y no ve, alas y no vuela, pico y no pica?
Un pájaro muerto.

Animales

¿Cuál es el animal que es dos animales a la vez?
El gato, porque es gato y araña.

Ciclismo

La prueba de ciclismo a contrarreloj en los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92, por razones ajenas a la organización, tuvo que realizarse de noche. El entrenador del contingente gallego da las últimas instrucciones s sus pupilos:
―Miren, hombre... que cuando vean una luz frente a ustedes, seguramente es un vehículo, un coche... así que en cuanto la tengan frente a ustedes, háganse a un lado. ¿Entendido?
―¡Entendido, coach! ―exclaman los ciclistas. Y arranca la competencia.
Al día siguiente en la mañana va todo el contingente gallego a ver al Pacorro, que estaba en el hospital. Había chocado. Furioso, el entrenador le recrimina.
―¡Hombre! ¿Pero qué, no os dije que si veíais una luz en el camino, os hicierais a un lado?
―Sí, coach, eso me quedó muy claro... Lo que pasa es que vi dos, y me fui por en medio.

Cuba

El cronista de la primera carrera de lanchas de motor en veinte años en La Habana, Cuba, narra lo siguiente:
―¡La bandera a cuadros marca el inicio de la carrera! ¡La lancha número cuatro toma rápidamente la delantera, seguida de cerca por la lancha número siete, perseguidas por la número dos...! ¡La número cinco se acerca peligrosamente por la derecha mientras la lancha número ocho... la lancha número ocho...! ¿Qué le pasa a la lancha número ocho? ¡Epa! ¡Que se va pa’ Miami...!