enero 30, 2009

Fronteras

Concluida la segunda guerra mundial, la Unión Soviética delimita sus nuevas fronteras. Un comando del Ejército Rojo se encarga de estable los límites con Polonia. De pronto, un oficial increpa al teniente Korolenko:
―¡Teniente Korolenko!
―Dígame, oficial.
―Pues mire, ya trazamos en el mapa la línea divisoria. El problema es que la frontera pasa exactamente por aquella casa, en donde vive una viejita. ¿Qué hacemos, teniente? ¿Partimos la casa para trazar la frontera?
―¡No sea salvaje, oficial! ―le replica indignado el teniente Korolenko― ¡Nosotros no somos ningunos inhumanos! Vaya a la casa de aquella viejita y pregúntele dónde quiere vivir, si en Polonia, o en la gran Rusia, y depende de lo que le diga, mueva la frontera tantito para un lado, o tantito para otro.
Obediente, va el oficial con la viejita y le explica la situación:
―Mire señora, ocurre que estamos trazando la nueva frontera entre Rusia y Polonia; entre la Unión Soviética y Polonia. Pero la frontera pasa exactamente por su casa. Sin embargo, el teniente Korolenko, con la magnanimidad típica del carácter ruso, me ha mandado a preguntarle a usted dónde quiere vivir, si en Rusia o si en Polonia. Y en función de ello, trazaremos la frontera a uno u otro lado de su casa.
―Ay, joven ―dice la viejita―, ¿de verdad puedo elegir?
―Por supuesto, babushka. Ésa ha sido la instrucción. Que usted decida.
―Ay, joven, pues... no se vaya a ofender, pero... me gustaría vivir en Polonia.
―¿Perdón...? ¿En Polonia ha dicho usted?
―Sí, joven... en Polonia.
Desconcertado, el oficial vuelve con el teniente Korolenko y le da cuenta de lo sucedido.
―¿En Polonia dijo?
―Así es, teniente.
―Bueno, pues entonces muevan la frontera tantito para acá.
Desconcertado, el teniente Korolenko llama al oficial.
―Oficial, una cosa más. Vaya a la casa de la viejita e infórmele que ha quedado del lado polaco. Y pregúntele, ya que se va a entrevistar con ella, por qué prefirió estar del lado de Polonia.
―Como usted diga, teniente.
Va el oficial a la casa de la viejita, y le dice:
―Señora, sus deseos han sido cumplidos. Por instrucciones del teniente Korolenko hemos trazado la frontera de modo tal que su casa quedó del lado de Polonia.
―Ay, joven, pues muchas gracias.
―Sólo... si me permite una pregunta... ¿por qué eligió usted permanecer del lado de Polonia, y no en nuestra portentosa Rusia?
―Ay, joven... pues lo que sucede es que me han dicho que los inviernos en Rusia son muy crudos.

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