Bosque se Sherwood, Inglaterra, siglo XIV.
Un pobre hombre va de regreso a casa, con la carreta vacía. Regresa de la feria, en donde vendió toda su mercancía. Con las ganancias dará de comer a sus hijos. De pronto, escucha un alboroto en los arbustos, al que no da importancia, y continúa su camino. Pocos metros más adelante, algo se mueve de nuevo entre los arbustos, y le brinca un tipo vestido de verde, con una pluma en el sombrero, el bigote incipiente, que saca el florete y coloca la punta de éste en el cuello del pobre aldeano, a quien increpa de aquesta manera.
―¡Deteneos, bellaco! ¡Yo soy Robin Hood, el azote de los ricos, la bendición de los pobres, los desamparados me besan la mano! ¡Así que dadme todo el dinero que tenéis, si no queréis que vuestros días terminen en la espesura de aqueste bosque!
―¡Pero Robin Hood! ―implora el aldeano― Si yo soy pobre, muy pobre. El dinero de lo que vendí en la feria es para darle de comer a mis hijos, para comprarle un vestido a mi esposa, para arreglar mi casa que se cae a pedazos...
―¡Nada, nada, granuja! ¡Que me deis el dinero que lleváis!
El pobre aldeano, temeroso de perder la vida, le da a Robin Hood su bolsa de dinero.
―Sabia decisión ―dice el héroe―-. Habéis salvado la vida, malandrín.
Y en diciendo esto, Robin Hood toma su liana, dispuesto a partir, cuando escucha el llanto del aldeano:
―¡Oh Dios, ¿qué haré ahora?! Soy pobre, estoy en la miseria... no tengo un solo doblón para dar de comer a mis niños... mi esposa anda en harapos, y mi casa no se sostendrá de pie en la temporada de lluvias. ¿Qué haré? ¡Qué pobre soy!
―Pero, ¿cómo? ―reacciona Robin Hood― ¿Acaso sois pobre?
―Sí, Robin Hood. Soy muy pobre.
―Ah, pues haberlo dicho antes. Tened aquí vuestra bolsa de dinero. Y es más, tened otra bolsa de dinero.
Eufórico, el aldeano exclama:
―¡De veras, Robin Hood!
―Por supuesto. Si yo soy Robin Hood, el azote de los ricos, la bendición de los pobres, los desamparados me besan la mano.
―Oh, muchas gracias. ¡Muchas gracias! ¡Soy rico! ¡Soy rico!
―¡Ah, con que sois rico! ¡Pues yo soy Robin Hood, el azote de los ricos, la bendición de los pobres...!
(El chiste continúa indefinidamente.)
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