Hipólito de 87 años se casa con la Tere, de 31, pero llegan a un acuerdo de manera tal que, como él ronca mucho, dormirán en habitaciones distintas, y cuando Hipólito tenga ganas de hacer el amor, toca la puerta del cuarto de la Tere, entra, hace lo que tiene que hacer, y se regresa al suyo. Firman el convenio, celebran la boda y llega la luna de miel. Están cada quien en su habitación, cuando de pronto Hipólito toca la puerta del cuarto de la Tere:
—Oye, Tere... Pues es que tengo ganas de hacer el amor.
Pasa el Hipólito, hace lo que tiene que hacer, y se regresa a su cuarto. A los quince minutos, toca de nuevo en el cuarto de la Tere.
—Oye, Tere... pues es que tengo ganas de hacer cositas...
Sorprendida, Tere lo deja pasar, hacen lo que tienen que hacer, e Hipólito regresa a su habitación. Pero a los diez minutos vuelve a tocar en el cuarto de la Tere:
—Oye, Tere... Pues es que tengo ganas de... tú sabes...
Asombrada la mujer, lo deja pasar. El episodio se repita por cuarta, quinta, sexta... ¡octava vez!, hasta que la Tere le comenta al Hipólito:
—Mira, Hipólito, que de verdad me sorprendes... Fíjate que he conocido hombres que tienen la tercera parte de tu edad, y no aguantan tanto... y tú ya llevas ocho veces. ¿Cómo le haces?
A lo que el Hipólito replica:
—¿Qué, ya había venido?
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