marzo 25, 2009

Destilación simple

Pregunta el profesor de química durante el examen oral: ¿Cuál es el proceso de destilación simple? Un voluntario se ofrece a contestar:
―Ah, es muy sencillo. Traza usted una raya en el suelo. La atraviesa, y entonces estará usted de aquel lado. Basta con que la vuelva a atravesar para que esté usted “destilado”.

Coplas

A un coplero jarocho le pusieron el siguiente reto: Hacer una copla de cuatro versos, en la que utilizara la palabra “fonógrafo”. Después de unos segundos, el ingenioso músico y poeta espetó:
―El gran general Rivera,
para celebrar su triunfo,
mandó comprarse un fo...
nógrafo de primera.

Cambio de hábito

Una monja estaba inconforme con su nombre y quería cambiárselo, para lo cual pidió una audiencia con el papa. El representante del papa le explicó que era imposible cambiarse el nombre porque era el nombre era el título bautismal con el cual ella había sido designada hija de Dios.
―Por curiosidad, ¿cuál es si nombre? ―inquirió el representante.
―Rita. Pero en la orden de las Carmelitas soy conocida como sor Rita. Y ya estoy cansada de que me digan “sor Rita”.
Considerando la gravedad del asunto, el representante le informó que daría noticia del caso personalmente al papa, para que decida sobre la situación. No pasa una semana cuando sor Rita reciba una carta en la cual se le informa que el papa ha accedido a hacer la ceremonia del cambio del nombre, pero como ella no eligió su primer nombre, tampoco podrá elegir el nuevo, de modo que en una tómbola se pondrán todos los nombres femeninos del mundo y el papa en persona extraerá estocásticamente su nuevo nombre. Llega el día esperado, y toda la congregación está presente. Se resuelven los asuntos de la orden del día, y el último era el cambio de nombre de sor Rita. El papa inicia la ceremonia, revuelve la tómbola, saca un papel y dice:―Desde ahora usted dejará de ser sor Rita y será conocida por todo el mundo como ―el papa desdobla el papel sorteado, y exclama―: ¡Sor Raimunda!

El tercer deseo

Un ranchero sale a dar un paseo, cabalgando por sus tierras, cuando de pronto se tropieza con la lámpara de Aladino. La frota y sale liberado el genio, quien proclama lo siguiente:
―Por haberme liberado de la maldición de la lámpara, te concederé tres deseos.
―Bueno... caray... quiero que mi hacienda sea toda de oro.
―¡Concedido! Cuando regreses a tu hacienda, la encontrarás hecha de oro.
―Quiero también tener la pinta de Robert Redford en sus mejores tiempos.
―¡Concedido! Cuando vuelvas a tu hacienda y te veas al espejo, reconocerás a Robert Redford.
―Y quiero que mi órgano sexual sea como el de mi corcel.
―¡Concedido! Cuando vuelvas a tu hacienda y te quites los pantalones, verás la transformación.
Regresa entonces el hacendado a todo galope a sus propiedades, y todavía no llega cuando ve que algo refulge en el horizonte: es su hacienda de oro. Entra a su hacienda, corre al baño y al verse en el espejo, se ve idéntico a Robert Redford. Entonces se baja los pantalones y, sorprendido, exclama:―¡Puta madre! ¡Me llevé a la yegua!

Roman Polanksi

Una pareja de edad madura quiere reavivar su relación y decide entrar a un cine para adultos. Como no quieren ser vistos por nadie, llegan veinte minutos antes de la función, entran a la sala completamente vacía y se sientan en una de las primeras filas. Pasa el tiempo, comienza la proyección de la película y todo avanza sin mayores contratiempos, pero en la escena en que el galán desviste a la seductora joven, la pareja de la primera fila comienza a escuchar unos gemidos y jadeos provenientes, no de la pantalla, sino de la sala. Voltean discretamente y ven que los gemidos los emite un hombre retorcido en una de las butacas, varias filas detrás de ellos.
―Sergio ―dice la mujer―, haz algo para que se calle ese degenerado.
―Pero, ¿qué quieres que yo haga, Marta?
―No sé... tú eres hombre, haz algo.
El hombre se levanta y denuncia el hecho con la taquillera, quien se asoma a la sala y ve al sujeto retorcido en la butaca, y gimiendo sin parar.
―Ah, comprendo ―dice la joven―. Le avisaré al gerente.
Transcurre menos de un minuto y el gerente baja.
―Una pareja ―le informa la taquillera― se queja de que un sujeto está emitiendo unos gemidos impropios durante la proyección.
El gerente se asoma a la sala de cine y ve al sujeto.
―Ah... comprendo.
Se acerca cautelosamente al tipo, por detrás, sin ser visto, hasta ubicarse a su lado. El hombre no deja de gemir. El gerente le dice:
―Caballero, ¿podría mostrarme su boleto, por favor?
Sin dejar de gemir un solo instante, el hombre hace una contorsión, libera una de sus manos, la mete en su saco, saca el boleto y se lo muestra al gerente. El gerente examina el boleto, y dice:
―Caballero, pero éste es un boleto de palco.
Sin dejar de gemir, el hombre dice:―Sí... Me caí...

Cherry

Una cereza va por la calle y al doblar la esquina ve unos espejos. Admirada ante la imagen que éstos reproducen, se pregunta:
―¿Cereza yo?

Picasso

Pablo Picasso tenía un discípulo al que no le gustaba el cubismo. Interrogado por el maestro al respecto, el aprendiz argumenta:
―Pues verá, maestro, es que yo creo que el arte debe retratar las cosas como son. En ello consiste la destreza, el desarrollo de la técnica. En imitar la realidad, la naturaleza. Y lo que usted pinta está muy lejos de asemejarse a la realidad. La fotografía, por ejemplo, retrata a la realidad tal cual es. Por ejemplo, mire ―dice el discípulo al tiempo que saca de su cartera una foto de su novia―: ésta es una foto de mi novia, y así es ella, exactamente.
Picasso toma la foto y la examina. Entonces pregunta:
―¿Exactamente así es tu novia?
―Sí. Exactamente así.
―Ah. Pues que chiquita y qué plana...

Vacas locas

El hatajo de vacas bebía al pie de un arroyo en el condado de Essex, cuando una le pregunta a su compañera:
―Oye, ¿y tú no tienes miedo de la enfermedad de las vacas locas?
Aquélla contesta:
―¿Y yo por qué... si soy cocodrilo?