Llega el marido a su casa y encuentra a su mujer haciendo el amor con otro hombre. Estalla en cólera:
—¡Catalina, ¿pero qué es esto?! ¿Cómo te atreves a mancillar mi honor? ¡Te voy a...!—Momento, Teodomiro, momento... Te voy a explicar. Mira, resulta que llegó este pobre hombre, mugroso y en harapos a la casa, y me dijo en tono suplicante: “Señora, ¿no tendrá un pan que me regale para comer?”. Entonces yo, compadecida, le di la cena que anoche no te comiste. Luego me dijo: “Señora, tengo frío, ¿no tendrá de casualidad una prenda vieja que me cubra del frío?”. Entonces yo le di el suéter que te regaló mi madre hace dos años y que nunca te has puesto. Le vi los zapatos, todos rotos, y le di los zapatos Stanford que nunca usas. Luego le pregunté que si no quería bañarse, y me dijo que sí; entonces lo hice bañarse con los jabones que te di en nuestro aniversario y que ni siquiera has desenvuelto. Y al salir, lo vestí con el traje gris Oxford que trajiste de Italia y que tienes arrumbado en el armario. Fue entonces cuando el pobre hombre me preguntó: “Disculpe, señora, ¿y no habrá alguna otra cosa que su marido ya no use...?”.
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