Llega un sociólogo gringo a Cuba, y como parte del trabajo de campo necesario para su estudio comparativo, va a entrevistar a los campesinos que hacen la zafra de la caña. Se acerca a uno de ellos y le pregunta:
—Díceme, señor, ¿cómo ha sido su vida en la campo de Cuba bajo el nuevo régimen socialista?
—Mira, chico —contesta el campesino—, yo no me puedo quejar.
—¡Oh...! ¿Eso querer decir que usted llevar un modo de vida suficiente?
—No, chico, de ninguna manera. Eso quiere decir que si me quejo, me fusilan.
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