La mujer le dice a su esposo, a la semana de casados
—Mi amor, somos ya un matrimonio, pero me parece prudente que cada quien conserve sus secretos, así que los míos los voy a poner en una cajita. ¿Te parece bien?
—Ah, muy bien —dice el hombre—. Yo pondré los míos en un cajón del buró.
Pasan cincuenta años, y la mujer le dice al hombre.
—Mi amor, luego de cincuenta años de casados, creo que ya no tenemos por qué guardarnos secretos. Así que, ¿qué te parece si los dos nos mostramos lo que hemos ocultado durante cincuenta años?
—Ah, muy bien —dice el hombre—. Pero tú primero, porque tú fuiste la de la idea.
La mujer abre su caja de secretos y el hombre encuentra cartas de pretendientes y fotos de exnovios, y cigarros, algunas joyas, libros erótico y algunas flores marchitas.
—Mi amor, ahora quiero ver los tuyos —dice la mujer.
El hombre abre su buró de la cómoda, y la mujer ve ahí ocho pelotas de golf y treinta y dos dólares.
—¿Ocho pelotas de golf y 32 dólares? —pregunta la mujer— ¿Y eso qué quiere decir?
—Ah, es que por cada vez que te he sido infiel, he metido en el cajón una pelota de golf.
—Ah, pero ¿me has sido infiel? Bueno, a ver... bueno... ocho veces en cincuenta años no ha sido tanto. Pero, ¿y los 32 dólares?
—Es que cada vez que juntaba dieciocho pelotas de golf, las vendía a dólar.
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