abril 22, 2010

Una tortuga en el cine

Teodomiro Agúndez estaba aburrido, con su tortuga , hasta que se le ocurre ir al cine a ver una película. Pero como no quiere dejar sola a su mascota, la lleva. Al llegar a la taquilla, le dice al joven de la ventanilla:
-Dos para "Bastardos sin gloria", por favor.
-Caballero, me disculpa, pero aquí no está permitido entrar con animales.
Contrariado, Agúndez se vuelve a su casa. Horas más tarde se le ocurre una idea genial: se esconderá la tortuga en el pantalón, y cuando haya logrado entrar al cine, se abrirá la bragueta para que el quelonio pueda ver la película.
Eso hace y se encuentra nuevamente en la taquilla.
-Uno para "Bastardos sin gloria", por favor -dice nervioso.
Le expenden el boleto y entra. La sala está llena y Agúndez sólo encuentra un lugar al lado de una pareja; a su derecha, la mujer. Cuando nadie lo ve, Agúndez se baja la bragueta y saca la tortuga. Inquieta, la mujer que está a su lado le habla a su novio:
-Amor, el tipo que está a mi lado se abrió la bragueta y se le sale el pito.
-Mi vida -trata de calmarla el hombre, que sabe que la sala está llena-, a cualquiera le puede pasar que se le abra la bragueta y no se dé cuenta, y que se le salga por accidente el pito. Solamente no le hagas caso, no lo veas, y ya.
-Bueno... el problema es que su pito se está comiendo mis palomitas...

abril 19, 2010

Pepito conoce a los Locos Adams

La crisis afectó seriamente a los Locos Adams y tuvieron que encontrar todos nuevos trabajos. De modo que:
Homero abrió una consultoría.
Pericles se fue de mesero.
Morticia regentó un prostíbulo.
Merlina se fue de mesera.
El tío Lucas agarró chamba de electricista.
Dedos se fue de asistente de ginecólogo.
Y Largo decidió usar la plaza de maestro que había heredado.
Llega el primer día de clases para Largo, y le toca el salón de Pepito. Entra al salón y se presenta:
-Buenos días, niños. Mi nombre es Largo.
A lo que Pepito responde:
-No se preocupe, maestro... tenemos tiempo...

40cm

Eufrosina Agúndez llega con su padre, don Teodomiro, y le da la noticia de que se casa. Chapado a la antigua, el viejo Teodomiro Agúndez le exige a su hija que el pretendiente se presente en el domicilio paterno y pida formalmente su mano. Eufrosina, con tal de contraer nupcias con su adorado galán, le cuenta a éste la requisición de su padre, a lo que el galán, Nicómedes Yoruba, negro y cubano, responde:
-No se preocupe, Eufrosina mía, que con tal de yo casarme con usté, la pido a el señor su padre de usted.
Ahí van los dos a la casa Agúndez, cuando don Teodomiro descubre, escandalizado, que el pretendiente de su pequeña es de raza negra. Sin querer decirle a su hija que ese matrimonio es cosa que él no permitirá, le dice, estando Nicómedes presente:
-Hija, yo no voy a consentir que te cases con un hombre que no te pueda mantener.
Al escuchar esto, Nicómedes Yoruba interviene:
-Señó Agúndez, sépase usté que yo tengo propiedades en todo el país y en varias regiones del Caribe y Europa, que mis ingresos superan por mucho el promedio nacional y que mis negocios prosperan venturosamente.
Contrariado Teodomiro Agúndez, vuelve a dirigirse a su hija:
-Hija, yo no voy a permitir que te cases con un hombre cuya educación no sea correspondiente a la que hemos podido darte.
Nicómedes nuevamente interviene:
-Señó Agúndez, sépase usté, que yo tengo estudios en Lenguas Inglesas y Francesas Conremporáneas, una maestría en Economía y otra en Derecho Penal, siete especialidades en distintas áreas de la biología y las humanidades y dos doctorados, uno en Sociología y otro en Física Cuántica.
Por tercera ocasión, Teodomiro Agúndez arguye:
-Hija, yo quiero que tu vivas en un hogar honorable...
Nicómdes replica:
-Debe saber, caballero, que mi familia ha sido creadora de numerosas fundaciones que buscan proteger los derechos humanos, tenemos dos candidatos al Nobel de la Paz, nuestro apellido lo portan los más respetados diplomáticos del mundo y nuestras relaciones con todos los mandatarios e intelectuales del mundo son, además de frecuentes, altamente cordiales.
Sin saber ya qué decir, Teodomiro Agúndez espeta:
-Bueno, hija, yo lo que quiero es que tú seas feliz. Así que si el señor Yoruba no tiene un miembro de cuarenta centímetros, no consentiré esta unión.
A lo que Nicómedes Yoruba responde:
-Entérese, caballero, que si ésa es la condición que usted pone, estoy dispuesto a cortarme el miembro a la mitad.

El deforme

Va un sujeto caminando por la calle, cuando de pronto a su lado pasa un vehículo; de una de las ventanillas del carro se asoma un tipo y le grita al viandante:
-¡Adiós, deforme!
El peatón lo ve fijamente, levanta el brazo izquierdo y palmeándose la axila de ese lado con la mano derecha, responde a su agresor:
-¡Chúpame los huevos!

El ciempiés

Era un ciempiés que se tropezó, y se tropezó, y se tropezó, y se tropezó, y se tropezó, y...