agosto 10, 2009

Hábitos

Llega Teodomiro Agúndez con el proctólogo, pero no está, entonces le contesta la secretaria:
—No, fíjese... No está el doctor Heredia, pero está la doctora Jiménez, que es muy buena.
—¿La doctora Jiménez? ¡No, pero cómo cree! No, ¡cómo me va a pasar a revisión con la doctora Jiménez!
—No se preocupe, es una profesional y es de toda la confianza del doctor Heredia.
Después de unos minutos de discusión, Agúndez finalmente accede.
—Puede usted pasar con la doctora Jiménez.
Ya en el consultorio, la doctora Jiménez le indica:
—Señor Agúndez, por favor quítese los pantalones y recuéstese bocabajo sobre la plancha.
Agúndez obedece, y la doctora Jiménez inicia la exploración. Al cabo de unos minutos, la doctora le dice a Agúndez:
—Señor Teodomiro Agúndez, va a tener que dejar de masturbarse.
—Pero, ¿por qué?
—Porque lo estoy revisando...

Happy birthday...?

El niño en su cumpleaños:
—¡Papá, papá! ¡Adivina cuántos años tengo!
—Ay, no sé, hijo... has de tener nueve años.
—No, papá... tengo diez.
Poco tiempo después, pasa su tío:
—¡Tío, tío! ¡Adivina cuántos años tengo!
—No sé, niño... has de tener como once.
—No, tío... tengo diez.
En eso, pasa la abuelita:
—¡Abuelita, abuelita! ¡Adivina cuántos años tengo!
La abuelita responde:
—A ver, niño, bájate los pantalones.
El niño se los baja y la abuelita empieza a amasarle los testículos.
—Tienes... tienes... tienes diez años.
—¡Sí, abuelita, sí! ¡Tengo diez años! ¿Cómo supiste?
—Porque escuché que le dijiste a tu tío...

Next...

Llegan dos pollitos a un restaurante, se sientan, y el mesero les da la carta. En eso, uno de los pollitos dice:
—Pío.
Y el otro le contesta:
—Pues píe.

Haceros hinoxidables

Van dos gallegos por la calle y de repente ven un letrero en un negocio que dice “Aceros inoxidables”. Entonces uno le dice al otro:
—¿Cómo ves, Manolo? ¿Nos hacemos inoxidables?

Sólo que por eso sea

Llega al hospital una anciana con un bebé en brazos y pasa con el doctor.
—Dígame, señora, ¿qué le ocurre?
—Pues verá, doctor, no sé qué le pasa a la criaturita que está muy flaca, muy desnutrida.
—A ver, señora, permítame revisarla. Haga favor de quitarse la blusa.
La viejita obedece y el doctor comienza a hacerle una exploración mamaria. Al cabo de unos instantes, le dice:
—No, señora... pero si usted no tiene nada de leche, no tiene cómo alimentar al niño, ¿cómo quiere que no esté así de flaco?
—No, doctor... es que yo soy la abuelita...